-Es mejor que vengas siempre a la misma hora- advirtió el zorrito-. Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, tres horas antes empezaré a sentirme feliz. A medida que se acerque la hora aumentará mi felicidad. A las cuatro me sentiré nervioso e inquieto: ¡Descubriré el precio de mi felicidad! Pero si vienes a cualquier hora, no sabré cuándo preparar mi corazón. Los ritos son necesarios.